EL PALETERO

  

EL PALETERO.

Don Anselmo vive en una pequeña ciudad de Veracruz, hace algunos años llegó a establecerse allí con su esposa y sus 4 hijos , el más grandecito tiene apenas 8 años, le siguen los gemelos de 6 y la mas pequeña de 4, con mucha ilusión todos los días va por un carrito de paletas, el cual entrega una vez agotada la mercancía, no le va del todo mal, el poco dinero que gana le alcanza para mantener a sus chamacos y hacer alguno que otro ahorro. El barrio donde vive está un poco retirado del centro de la ciudad. sus calles aun no están pavimentadas y muy cerca pasa la vía del tren, los vendedores de frutas y fritangas se aremolinan vendiendo sus productos a los vehículos que se detienen en espera de que pase la locomotora. Los hijos de Anselmo llevan gajos de naranjas en bolsitas y corren de un lado a otro ofreciéndolas, cuando la lluvia es muy fuerte todos permanecen en casa  ayudando en los quehaceres del hogar, una vez que  terminan sus labores les gusta jugar en los charcos de agua lanzando piedras o haciendo navegar los barquitos de papel periódico, cuando la tormenta es muy fuerte deslizan la sábana sobre el catre y se esconden debajo de ella. La pequeña casa tiene techo de lámina y el ruido de la lluvia invita a soñar, se despierta un bullicio  de música y danza con el aire y  los árboles moviéndose  al compás de la fuerza del viento. En tarde de lluvia cenan temprano una taza de café y pan, los niños duermen juntos en un mismo cuarto repartidos en dos catres que la madre cubre con un pabellón de tuzor para evitar que los mosquitos tengan un banquete.  

En el vecindario se han reunido algunos padres de familia pues quieren llegar a un acuerdo para construir un pozo común que los pueda abastecer de agua, ya que para  obtener el preciado líquido tienen que caminar casi media hora para llegar al tinaco Municipal. Anselmo vende sus paletas en la mañanas hasta el medio día, luego llega a casa a comer y después colabora con sus vecinos. Construir un pozo para el abastecimiento de agua no es sencillo, primero hay que buscar el terreno apropiado, para esto usan una vara en forma de "Y"  que detecta el punto exacto donde existe agua subterránea, aún tienen la creencia de que las aguas conforman fuertes rios en las profundidades y que ésta fuerza hace que al momento de pasar, por el sitio indicado, la vara se mueva. El Paletero ha encontrado tres sitios probables dentro del vencidario, uno se localiza en su terreno, que para  conveniencia propia está muy bien ubicado, sólo hay presupuesto para construir un pozo pues con mucho sacrificio se ha donado la cooperación para dicha obra. Desafortunadamente el no fué el elegido, el pozo se construirá en el terreno colindante, cerca de los manglares que cuida su compadre, no está muy lejos, sólo hay que atravesar el alambrado que se encuentra a unos cuantos metros de distancia. -Bien, piensa Anselmo para sí mismo- al menos tendremos que agradecer que el  agua estará mas cerca  -. suspira profundo, y regresa a casa con paso rápido, pues al día siguiente le espera una jornada pesada.

Con los primeros rayos de sol,  se empieza escuchar el movimiento que produce la ciudad, las madres presurosas llevando a sus hijos a la escuela, el ir y venir de autos, los comercios abriendo sus puertas. Anselmo ya se encuentra haciendo fila en la paleteria, muy temprano, se dirige primero al parque donde las señoras realizan sus ejercicios diarios ó van a pasear a sus perros, siempre usa un sombrero grande, tejido de palma, y ropa blanca por supuesto, algo que es muy típico de su región, a medio día se le ve estacionado frente al colegio esperando la salida de los niños pues allí es donde tiene su mejor venta, luego  ronda por las calles más cercanas hasta que se agota su mercancía. La paga es buena, aunque sigue soñando en comprarse su propio carrito de paletas, para mejorar sus ingreso, siempre ahorra uno que otro billetito de lo que recibe por la venta, y lo deposita en una lata de galletas vacía, que guarda muy celosamente arriba de las vigas que sostienen el techo de la cocina, llegadas las 4 de la tarde se dirige al manglar para seguir cooperando con la construcción del pozo, hoy tendrán que abrir brecha con palos y picos hasta llegar al fondo donde se encuentra el agua, sus compañeros ya han adelantado bastante el trabajo, el sol no está muy cariñoso hoy, pero si se dan prisa  podrán empezar el revestimiento de las paredes y quizás en tres días ya esté listo. 

Ya han pasado tres años y vemos al paletero sonriente en las mismas esquinas, deleitando a los chiquillos con sus deliciosas paletas, las de melón son las que más me han gustado siempre, el sabor se asemeja tanto al sabor natural de la fruta, será mi idea pero al ser congeladas no todas conservan ese aroma exquisito de la fruta fresca, Anselmo ahora trabaja dos turnos , y llena por partida doble el carrito, ésto le ha permitido aumentar sus ahorros, cuando termina su agotadora jornada se dirige al expendio de productos de refrigeración, para elegir su tan soñado carrito de paletas, cada año le aumentan un poco más y aún le faltan algunas monedas, pero en unos meses sin duda es muy posible que pueda adquirirlo. Al fin llegó el día tan esperado, tanto sacrificio tiene su recompensa, toma su latita de ahorros y de prisa, un poco nervioso, llega al almácen para comprar su tan preciado producto, lo inspecciona bien , elige el color , checa las ruedas y la ligeresa al deslizarlo, se cerciora de que la capacidad sea la conveniente para obetener una ganancia satisfactoria, y cuando se ha decidido, toma orgulloso su carrito y se dirige a su casa, camina por la vereda más corta y va bailotendo, a la vez que lo llena  con las frutas que encuentra en el camino, atraviesa el empedrado sin ninguna dificultad -creo que he hecho una magnífica compra-, se dice a sí mismo. Se detiene un momento para descansar y limpia el polvo que se ha acumulado en las pequeñas llantas, con mucho cuidado atraviesa las vías, pero dos de las ruedas del carro de paletas se quedan atoradas entre los rieles, Anselmo con mucha fuerza empuja el carro pero es inútil, a lo lejos ya se oye silvar el tren, Anselmo se desespera, lanza un grito de impotencia y salta rápido evitando que el tren lo arrolle, se sienta en la orilla y ve pasar sus ilusiones.